XVII – Frío como el hielo

Tras haber caminado un buen trecho y bordeado varias veces las laderas de las montañas, Altiviades se detuvo frente a lo que Guido creyó identificar como a una especie de entrada, bloqueada con una roca. Un murmullo por parte del Shojin del Tiempo bastó para que la misma rodase hacia un costado, dejando a la vista una profunda cavidad en el macizo. Aquel sitio lucía muy oscuro y silencioso, pero a pesar de ello el niño tuvo la perturbadora sensación de estar a las puertas de un lugar habitado. Procurando defenderse de lo que pudiese salir del interior del mismo, sacó cuidadosamente una de las esferas metálicas que llevaba en la bolsita atada al cuello.

-El espíritu del soldado elvoréntido que perdió esas granadas debe estar acordándose de ti en este momento -comentó Altiviades en voz baja.
Guido se acercó a la entrada en la roca. Miró hacia adentro pero no pudo ver nada, como era de esperarse.
-¿Vamos a entrar ahí? –preguntó-. No trajimos linternas.
Antes de que el sabio consiguiese responder, una gélida brisa proveniente del interior de la caverna les provocó a ambos un estornudo.
-¡Igni Sphere! –dijo Altiviades chasqueando sus dedos.
Una pequeña llama se encendió en el aire, dando vueltas alrededor de su cintura hasta posarse en su mano, como si fuese una antorcha.
-Por supuesto que vamos a entrar –respondió finalmente-. César tiene su “caparazón” y el gordito llevará consigo un poderoso bastón forjado por los mismísimos Odones.
Realizó una breve interrupción, tras la cual agregó:
-Tenemos que encontrar algo que puedas usar para defenderte cuando se acaben las granadas que llevas en el cuello. ¿Cuántas te quedan?
Mientras contaba las esferas dentro de la bolsita, Guido se dio cuenta de que estaba comenzando a tomarle afecto al viejo sabio debido a la calma que le transmitía su compañía llena de recursos, considerando la misión que les había sido encomendada.
-Cuatro, cinco… seis –respondió-. Seis en total.
-No las desperdicies, si es que puedes. Necesitas aprender a conducir el poder de la gema Astral, y yo no puedo enseñarte a hacerlo. No contarás con mi ayuda en tu entrenamiento: yo sólo me aseguraré de que no vayas a morirte, por si acaso.

En un principio, Guido sonrió ante la broma. Fueron necesarios unos instantes para que, horrorizado, cayese en la cuenta de que Altiviades no lo había cautivado con su simpatía, su sentido del humor o el carisma propio de cualquier comediante.
-Él es pacífico y está de nuestra parte –continuó diciendo el Shojin del Tiempo-. Sin embargo, quedó algo trastornado después de una de sus tantas batallas. Tal vez debas emplear la fuerza bruta si es que quieres convencerlo de que nos obsequie uno de sus tesoros.
Guido respiró profundamente antes de preguntar:
-¿Él? ¿Quién es “él”?
Altiviades se limitó a decir:
-Entremos de una buena vez por todas.

El niño obedeció, y con la ayuda de la llama que los acompañaba pudo ver que el camino consistía en una simple escalera descendente, tallada en la montaña. El aire se enrarecía con cada paso dado, y llegó un momento en el que tanto la humedad como el frío se tornaron insufribles. Guido pensó que su madre pasaría internada un año entero si se enteraba de que su hijo andaba vagabundeando por ese tipo de lugares cuando hacía solo tres días había estado guardando cama, preso de la fiebre.
Siguieron adentrándose en la fría caverna a través de los resbalosos escalones hasta que los mismos se acabaron, indicando el fin del descenso. Guido se dio vuelta y miró hacia arriba, buscando la entrada de la cueva, pero solo logró ver un puntito de luz muy alejado. Frente a ellos había un pasillo, y al final del mismo podía divisarse un ambiente amplio e iluminado.

-Guido –dijo Altiviades-. No vayas a hacer o decir nada estúpido de lo que pudieses arrepentirte. El Guardián es viejo y lleva varios cientos de años sin luchar, pero aún es terriblemente poderoso e infinitamente inteligente.
-¿Guardián? -murmuró tembloroso el niño al tiempo que era empujado a través del pasillo-. ¿Es uno de los Dragones Elementales?
El Shojin del Tiempo lo miró sorprendido.
-Suenas como nunca hubieses visto uno –replicó.

1 comentario

  1. Dsocram said,

    agosto 16, 2010 a 3:39 am

    Era una buena historia, lastima q dejaste de continuarla


Deja un comentario